Mario Granjo ha encontrado en el antiguo Bar Somió un rincón que ojalá le consolide tras otras experiencias. Tiene talento suficiente en los fogones para dejar huella en este local al que le da dado un giro con una coqueta decoración.
La idea es recuperar el espíritu de una antigua casa de comidas con un guiso cada día de toda la vida como fabada, pote asturiano, pulpín con patatines, garbanzos con bacalao o calamares en su tinta.
Todas las entradas están logradísimas sin complicaciones: ensaladilla rusa con ventresca de bonito y piparras, calamares frescos fritos, patatas bravas, puerros gratinados, croquetas de jamón…
Los platos principales hacen salivar solo con leer la carta: lasaña de centollo, arroz con verduritas y costillas, patatas rellenas de rabo, albóndigas de merluza o un gigante cachopo.
Los postres son caseros y varían según los días.
En verano disponen de una agradable terraza. Conviene reservar porque el interior es muy pequeño.
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